Al escucharlo visualice inmediatamente a la esperanza
de “padre” que aquella niña buscaba para agarrarse de su mano. Me tomo muchos años de confusiones y
desesperanzas el poder reconciliarme con la noción de que paternidad, al igual
que maternidad, no es un asunto de roles, si no de actos. No es algo determinado, mucho menos exclusivo
o limitado por la biología, como tampoco es algo que se concentre o circunscriba
a un solo ser.
Fui entendiendo poco a poco que asumirse padre/madre
no es “algo que te toca o te tocó”, si no que escoges hacer porque surge de tu
deseo y decisión ponderada. Mas aun, entendí que las distinciones entre “padre”
y “madre”, y sus respectivos y diferenciados roles y propósitos con relación a
su “prole son producto de un ideario social construido con el fin de
segmentarnos por niveles de poder e injerencia.
Empecé a ver la luz al final del túnel de mi
existencia cuando comprendí que en la vida de un ser (humano), esos otros seres
que instrumentan tu paso por tu particular sendero son tod@s aquellos que te guían
desde su desprendimiento, coraje, generosidad, compromiso y solidaridad a ser el
relevo o la continuación de una encomienda de vida. Puede que entre esos seres estén los que te
engendraron, pero eso es solo una circunstancia, que para nada implica exclusividad.
Reconozco que he sido afortunada. En mi andar he ido sumando padres/madres a lo largo de mi proyecto
de vida, que me han acompañado y sostenido mi mano en mi proceso de “ser
persona”. No desde la “paternidad” o
“maternidad”, si no desde la UNIDAD que se manifiesta en el proceso de ser “un@
con tod@s”.
En días recientes visite el lugar que
una de mis “madres” escogió para que fuera nuestro punto de encuentro luego de
que decidiera dejar de respirar, vaciando sus pulmones de aires virulentos y
brumosos. El lugar donde alegóricamente
se despojó de su cuerpo inútil para integrarse a la VIDA, en mayúsculas. Allí me senté y conversé con ella de estas
cosas…